Los Diaguitas son un pueblo originario de Chile, se ubican al norte del país comprendiendo las regiones de Atacama y Coquimbo, y se caracterizan por ser un pueblo agroalfarero. Su cultura desarrolló complejos sistemas de regadío, una fina cerámica de tonos blancos, rojos y negros. También introdujeron nuevas formas, asimétricas, como el jarro pato y un sistema político de señoríos duales en cada valle, que se repartían el poder entre los ríos y valles.
La creencia diaguita adora al Sol y a los fenómenos de la naturaleza. Creen en el rayo y en el trueno -considerados dioses de los Andes, conectados con la Madre Tierra-. Es por esto que la leyenda del Algarrobo tiene mucho sentido para este pueblo.
¿Qué nos dice la leyenda? La leyenda cuenta que hace mucho tiempo vivía un pueblo aborigen muy feliz, se alimentaban de los frutos que le proporcionaba la Madre Tierra y siempre estaban libres de enfermedades porque las plantas medicinales los curaban. Esta gran armonía y estabilidad los hizo olvidarse de sus tareas, dejaron de levantar altares a sus dioses, sus herramientas de trabajo ya no servían y descuidaron sus campos. Su vida solo era la fiesta y la diversión.
Sin embargo, el dios Sol enojado por la vagancia del pueblo y queriendo que los diaguitas recobraran su antigua distinción y nobleza, arrojó sobre ellos sus poderosos rayos y quemó la tierra, convirtiendo sus reservas en granos de polvo y provocando una gran escasez de agua. Por varios años Dios cerró los cielos y no envió lluvia sobre los campos. Se perdieron todas las siembras y los ríos se secaron… Poco a poco, los animales y los hombres comenzaron a morir de hambre y sed.
Suprema angustia vivieron los diaguitas. Los muertos llenaban todos los caminos, todo era desolación y pavor. Entonces, los llantos y gritos de las mujeres, -que clamaban por sus hijos y esposos-, se elevaron hasta el Supremo Espíritu. El Dios Sol vio que el pueblo estaba suficientemente castigado y decidió dar fin a la sequía. Para ello indujo a todos en un sueño profundo. Cuando despertaron se vieron sorprendidos de hallarse a la sombra de un gran plantío de árboles desconocidos y cargadísimos de frutos maduros. Era un maravilloso algarrobal.
El Supremo Señor se presentó ante el pueblo y les dijo: «Aquí tienen en abundancia un árbol para calmar el hambre y la sed. Recuerden que el maíz es fruto para el alimento diario, y que aquel que abuse de la chicha, será maldecido para siempre”.
Hasta el día de hoy los frutos del Algarrobo son una importante fuente de alimento. Los pueblos originarios hacían harina con sus frutos y bebidas con agua y frutos machacados. También se han encontrado registros en tumbas de hace más de 9.000 años en el norte de nuestro país. La madera de este árbol fue y sigue siendo utilizada para construir puertas y pisos, así como leña o, en la producción de carbón.