Ya hicimos una presentación general del oráculo. Antes de ofrecerles lecturas, pronósticos y consejos, les invito a conocer la personalidad de cada uno de los ocho elementos que lo componen, con su valor espiritual correspondiente.
El Cielo: se relaciona con el aspecto intelectual de la espiritualidad. Es la expresión de la Luz y de la creatividad original. Se le relaciona con el dragón y en la astrología representa al sol.
La Tierra: estable y firme, representa el aspecto emocional de la espiritualidad. Es la expresión de la docilidad y la capacidad receptiva. En la Astrología representa a la Luna.
El Trueno: representa el movimiento inicial, el impulso eléctrico, la incitación a la acción. Lo excitante. En astrología representa a Urano.
El Agua: auto fidelidad total. Siempre al límite. Alma encerrada en el cuerpo. Lo instintivo y peligroso. En la astrología se relaciona con Marte.
La Montaña: quietud, disciplina, autocontención. Manejo del tiempo y la presión. En astrología representa a Saturno.
El Viento: representa los suave y liviano, lo libre. Se adapta, rodea los obstáculos. No se ve, pero se siente. En la astrología se relaciona con Júpiter.
El Fuego: representa lo flexible y luminoso. Está adherido a algo, que combustiona, de lo que depende. En la astrología se relaciona con Mercurio.
El Lago: representa lo Sereno. La Alegría. Es una tranquilidad resplandeciente. Una sonrisa en reposo. En Astrología se relaciona con Venus.
Si reflexionamos sobre el significado arquetípico de estos elementos, podremos comprender mejor la visualización del momento de cambio. Por ejemplo, ¿cómo nos sentimos ahora?, ¿como el cielo sobre la montaña?, ¿o el viento sobre el lago?, ¿o más bien como un trueno sobre el agua?, ¿o como el fuego sobre sobre la tierra?. Poco a poco, el libro de los cambios comienza a hablar con el lenguaje del cuerpo de la naturaleza.