Telas que respiren, calidad en la fabricación y un llamado a invertir en piezas eternas más que en fast fashion. Así se ven algunos de los principios de todo seguidor de la moda sustentable, la cual desde hace años que aparece ligada a la industria y diseñadores especialmente después de varios sucesos trágicos ocurridos en fábricas como Rana Plaza. Pero, ¿cuándo comenzó a existir esta corriente que busca preocuparse por el impacto medioambiental y además, rescatar la tradición de una buena manufactura?
Luego de la escasez de materias primas generada por las guerras y conflictos internacionales, la producción de ropa se mantuvo bajo la alta costura y algunas marcas y casas norteamericanas que copiaban los diseños europeos. Ya en los años ’70, se fabricaron telas sintéticas que propulsaron la masificación de la moda y además, le permitieron a algunos diseñadores a llegar a mayor público con alternativas más baratas. Allí, con el poliéster, se produjo una sobrepoblación de oferta que acomodó de manera contundente la variedad pero también, trajo consecuencias. El movimiento hippie abogó por buscar un estilo de vida más conectado con la naturaleza, volver a las raíces y dar con estilos que se podía encontrar en la ropa usada; así surgieron de manera masiva las tiendas de segunda mano, una alternativa concreta y valiosa para luchar contra el llamado Fast fashion.
El posicionamiento de las marcas como ídolos trajo consigo que cada vez más personas quisieran adquirir productos con logos, lo que movió en los ’90 el Fast fashion a límites que tienen a diseñadores de elite creando alianzas con el retail. Las primeras acusaciones de trato inhumano y bajos pagos por producción se dieron con la industria deportiva y sus zapatillas a fines de los años ’80, algo que se fue destapando con investigaciones y libros posteriores. Así, se le comenzó a exigir más conciencia a los creativos y sus propuestas, poniendo en el tapete una preocupación por la fabricación de los bienes. Diseñadores como Stella McCartney, Reformation y otros comenzaron a perseguir fines más nobles en cuanto a lo sustentable y líneas como H&M Conscious Exclusive aparecen para dar una solución a las acusaciones; hasta el reto Green Redcarpet dirigido por Livia Firth cuenta con el apoyo de una política más verde en cuanto a la presentación de vestidos en la alfombra roja, mientras iniciativas nacionales como Franca y otras internacionales como Fashion Revolution apoyan completamente el volver a darnos cuenta que compra algo no tiene por qué estar siempre ligado a las desechables tendencias, sino a un movimiento profundo que haga revertir de alguna manera los efectos devastadores de tener lo último de las tiendas.