Llamada Küyen en mapudungun la Luna debe ser la musa más manoseada por las artes del hombre, sin embargo, es su carácter femenino y su leyenda que la conecta profundamente con esto, es considerada la madre de quienes habitan esta tierra.
Y si bien en términos científicos, conocemos sus ciclos, y su poder sobre los ciclos terrestres, moderando el movimiento de la tierra sobre su eje, manteniendo nuestro clima estable, y regulando a las mareas, por la fuerza de atracción de gravedad que hace que unas aguas se muevan de un lado y se empujen por otra, para el pueblo mapuche, la Luna no es más que uno de los pilares de su cosmovisión.
Una forma de explicarlo es la antigua leyenda mapuche, conocida como la Lágrimas de la Luna, y aunque existen ciertas variaciones en su relato, lo cierto es que todo comenzó así;
Cuentan los vientos antiguos, que, al crearse la tierra, el Dios mapuche, Ngünechen ordenó que el Sol y la Luna se unieran en matrimonio, para así dejar en sus manos la vida terrestre. De esta forma y muy enamorados, el Sol y la Luna se convirtieron en marido y mujer, siendo conocidos como el Chaw Antü (padre Sol) y Ñuke Ale (madre Luna).
Ambos eran felices, recorrían los días y las noches, de la mano, siempre acariciándose, besándose y apoyándose el uno al otro. El Sol como padre, se preocupaba del abastecimiento y de los problemas de los hombres, mientras que la Luna al ser de carácter pasivo, era quién cuidaba de los hijos y atendía las necesidades de las mujeres.
Sin embargo, la rutina y el tiempo desgastó la relación, dando paso a discusiones que poco a poco los fueron distanciando. Y aunque la Luna, aún seguía esperanzada con que el Sol la volverá a buscar, el Sol tenía otros planes…
Un día, el Padre Sol divisó a una hermosa doncella, y tan fuerte fue el flechazo que se la llevó hasta el firmamento para tenerla a su lado, y una mañana cuando la Luna volvió a buscarlo, lo descubrió besando a esta doncella, que hoy conocemos como el Lucero de la mañana o más actualizado, como Venus.
Imagen vía @cosmiccollage
La tristeza de la Luna fue tan grande, que comenzó a llorar sin parar, y lloró y lloró tanto, que sus lágrimas comenzaron a bajar a la tierra, formando cascadas, ríos, lagos y los mares que hoy conocemos. He allí porque la Luna regula nuestras mareas, y la usamos como guía para saber cuándo sembrar, cuándo cosechar, y hasta cuándo una mujer dará a luz.
En medio de tal desconsuelo, algunos cuentan que una mujer mapuche quiso ir a consolarla, subiendo hasta la montaña más alta para llegar a ella y tratar de secar sus lágrimas, la Luna, agradecida, vertió sus lágrimas en esta lamgen (mujer) , convirtiendo el líquido en plata y dando así, origen a la platería mapuche y al profundo significado que esta tiene en la confección de sus joyas. Es por ello, que hasta hoy podemos ver a la mujer mapuche vestida de negro en representación de la noche y adornada con la plata que representa a la Luna.
De esta forma, la platería mapuche pasa también a ser un factor determinante en la estructura social del pueblo mapuche y por supuesto, en su cosmovisión.
Hoy en día, en algunas comunidades el uso de la platería mapuche difiere del estatus de cada familia, aunque según escritos de misioneros del siglo XVIII, hasta aquel tiempo no existían exclusividad en su uso, pues desde la mujer más humilde hasta la de mejor linaje solía portar grandes joyas de plata, pues desde la cosmovisión, estas joyas, con el poder de la Luna alejaban los malos espíritus, y con el tiempo pasaron a ser considerados elementos sagrados de protección, que acompañan a las lamgenes hasta más allá de su muerte, entendiendo a la muerte, como el paso hacia el Wenumapu (mundo de arriba) o cielo, para los huincas (los no mapuches).
Otro secreto de la Luna son sus cicatrices, y es que cuando descubrió el desamor del Sol, este la alejó empujándola tan fuerte hacia donde hay luz, es por eso que la Luna guarda orificios y huellas de dolor y espera a que se vaya el día para venir a contemplarnos, mientras que, al salir el Sol, ella retorna a su oscuridad y consuelo para no toparse con quién tanto daño le hizo.
La küyen, es una fuente inagotable de inspiración, todos pensamos que es cíclica y que recorre por 28 días diferentes estados, pero ella no se mueve, ni cambia su rostro, es como si hubiese quedado inerte a la espera de un nuevo amor. Y para colmo sigue siendo el sol quién en complicidad con la tierra nos dan la luminosidad necesaria para verla.
La luna es entonces, una mujer de plata, con el corazón cargado de emociones y dolores viejos. Deja ver su rostro paso a paso, mientras que mantiene uno de sus lados en total oscuridad. La Luna es la madre de lo profundo, de los misterios, de ese corazón hermético que puede cargar una mujer y sus secretos.